Por casualidad una historia deformada sobre mi persona se me hizo saber hace unas horas. Resulta que alguien tomó fragmentos de una “conversación” sostenida en Twitter con este servidor para manipular mis respuestas a sus menciones y preguntas, tratando de dar una errónea visión de mis principios.
Ni pregunté por el enlace al post, precisamente por la búsqueda de protagonismo de ese señor, quien no tuvo siquiera la delicadeza de enviármelo para verlo una vez publicado su “artículo”. ¿Por qué sería eso 🙂 ?
Y no lo mencionaré en esta líneas, pues no son para hablar ni de él, y mucho menos de mi. Solo decir que el post me da igual, porque quienes me conocen saben que no tengo absolutamente nada que esconder, ni mucho menos temer.
Lo que sí quisiera compartir es la tristeza que inunda mi corazón cada vez que observo como esos que se dicen cubanos no hacen otra cosa que buscar la manera de dañar a Cuba a través de sus propios compatriotas.
Eso, según preceptos religiosos, es atacar al prójimo. Un caballero inglés de los que se batían en duelo por una doncella lo nombraría cobardía, y el vago de mi barrio, tremenda “hijeputada”.
Conceptos y preceptos aparte, lo peor del asunto es que en pleno siglo XXI la humanidad sigue mostrando su peor cara, cuando deberíamos todos unirnos, quemar el condenado dinero, y sentarnos a pensar cómo salvar la especie humana, la más frágil de este planeta.
Por suerte, eventos como este no me suceden por primera vez, y para hacerles frente, pongo a Mirta Medina en mi reproductor:
♫Que hablen, que me importa que hablen, esa gente que suele envidiar, por donde pases, no resisten con verte feliz, disfrutar con alguien. No me importa mi vida no voy a dejarla cambiar, por nadie♫.
Gracias Mirta. ¡Como hay personas que necesitan escucharte!